11.30.2012

José Carlos Becerra


Declaración de otoño

He venido.

El otoño nos revelará el hueso del mundo,
en sus hojas el color amarillo no será solamente un aria triste,
será también la verdad de la tierra,
el paso de esa luna donde han dejado de temblar las doncellas,
la historia que los niños no pulirán con sus manos.

Conozco la mirada del sedicente,
la ciudad ha sido conquistada por el heliotropo nocturno;
dadme mis huesos y los huesos de mis muertos
y los pondré a florecer en la noche.

Porque yo veo la miel sombría donde los rostros perdidos intentan acercársenos,
ponernos el vaho de su corazón en el cristal de esa ventana que sin darnos cuenta
hemos dejado encendida esta noche.

Porque yo veo los amaneceres socavados en octubre por la garra del  relámpago
que saca del fondo a las doncellas muertas,
a los niños que no han podido pulir ninguna historia con sus manos.

He venido.

Aquí se reúnen las leyendas de piel titilante,
las miradas donde aparece la arena movediza que está a la mitad de todo recuerdo;
porque ahora miro las extensiones del mito
y no encuentro otra respuesta ni otra distancia que el llanto,
la piel desalojada en el mar, la risa de la hiena detrás de los espejos.

Voy por esta ciudad; yo no camino sobre las aguas,
camino sobre las hojas secas que caen de mis hombros,
miro a los muertos en brazos de sus retratos, miro a los vivos en brazos de sus desiertos,
a las prostitutas vírgenes embalsamadas dentro de su sonrisa.

Conozco esta ciudad, estos orines de perra, esta piel acechante de gato,
estas calles que he recorrido mirando en silencio lo que me devora.

He visto el latigazo de la ceniza en los cuerpos dormidos,
el miedo lustrado por unas manos silenciosas,
la luz enhebrada por lo más lejano de los ojos,
el oro con su infancia en la primera gota de sangre.

He aquí la historia,
he aquí este delirio que la luna ha tenido en sus brazos,
esta yerba arrancada al corazón, este rumor de hojas.

¿En qué sitio ríe la vejez de los muros?
¿Dónde comulga el horror con la supervivencia?

Ésta es la estación armada como un guerrero,
ésta es la estación desnuda como una mujer invencible,
ésta es la estación cuya historia tiene mucho que ver con la lluvia.

He venido.

He visto la servidumbre de los parques a la crueldad del poniente,
he visto abandonados a su luz, llagados en su luz,
he visto en las cocinas el hollín de las lágrimas,
la grasa quemada de un cielo prohibido,
he visto las madrigueras donde la luna se limpia la sangre
como un amor proscrito.

He venido cuando el otoño le da a la ciudad una carta del mar.

He venido a decirlo.
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De "Relación de los Hechos"

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