3.20.2017

Puente de marzo, 2017

De pronto me cuesta recordar hace cuánto no pasaba tantas horas habitando mi departamento. Atendiéndolo, organizando cosas, reubicando muebles, cambiando plantas de maceta. Durmiendo hasta que el cuerpo así lo decide. Apropiándome de la cocina de nuevo, eligiendo con parsimonia ingredientes y especias. Una agradece, sinceramente sí, estas breves pausas sustentadas por la Ley Federal del Trabajo en México.

Una vez contenido un conato de resfriado, el sábado, el domingo fluyó como fluye la vida entre dos que se aman y conocen de años: sin muchas palabras, con movimientos precisos, sincrónicos, en el deleite afable de saberse en casa.

Ya son tres años en este depa que ha sido y es uno de los mejores sueños alcanzados. Y sucede que estas pausas me recuerdan lo grato que es estar aquí: lo tan dulce de cada libro en los libreros, lo sabroso que suenan los vinilos en el tocadiscos... y lo mucho que va quedando de mí en cada cuadro sobre las paredes, en la disposición de muebles y objetos... en las memorias.

Me apasiona mi trabajo y no le escatimo esfuerzo, ni tiempo... pero estas pausas son un idilio personal y con la cría; un tiempo para soñar, imaginar y hacer planes. Para observar el mundo desde otra perspectiva y apapacharnos.

Así las cosas, desde este lunes inhábil oficial. 

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